sábado, 26 de junio de 2010

Pequeña pero matona.


Como cada mañana que me levanto con la fiebre organizativa, me he enfundado mis guantes de látex al más puro estilo Eastwood y ha comenzado mi diálogo con la lejía. La lejía...Q tía, eh?Ella que es capaz de limpiar de una pasada todo lo malo que uno no quiera. A veces, me gustaría ser lejía. Repele muchas bacterias indeseadas, coloca el blanco allá donde caiga. Es pura, densa, demoledora, desinfectante. Su olor es particular pero a los gatos les chifla. Y, aunque pueda parecer una práctica con poco glamour a mi me resulta adictiva. Será por el olor de este líquido de dioses cabreados como el del Ajax pino con hielo.
Lo más placentero de terminar la jornada de "maruja" de Siglo XXI ha sido abrir la puerta y encontrar tras ella a mi pequeña ilusión. Vestida de morado y blanco, me ha recordado a las muñecas que se enfundaban con su falda convirtiéndose en una esponjosa magdalena. Su media lengua y su sonrisa entera me ha cargado las pilas. Ha sido como una buena dósis de lejía, colocando energías positivas y limpiando todo aquello que arrastraba mi aturdida memoria.
Ya se lo dije a tu madre: "los kms que nos separan hoy, son los que nos unirán mañana" .
Y, poco a poco, la resta se va haciendo más exacta.

Foto: "Gota a gota"
Canon Eos 400D

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