La "Manojo pelos". Así la llamaban en el barrio. El mismo dónde se crió junto a su hermano Juan, el mecánico.
La "Manojo pelos" porque tenía el corazón negro como las trenzas de una gitana, como el humo de un país que llora guerra.
Milagros lavaba su coche en el porche de su casa. Era práctica común de domingo desde que se había atrevido a salir de casa. Su atuendo: una sudadera y un pantalón de chandal negros. Ni siquiera su madre habría conseguido devolverle el color a su ropa.
Limpiaba el coche. Había arrancado fuerzas de la sonrisa de su hija para que, hoy día 1 de Marzo, saliese de esas cuatro paredes.
Un 1 de Marzo con más mala leche que viento. Teñido con la misma ira que el mismo 1 de Marzo, Miguel fue arrebatado de la vida de Milagros.
No corrían tiempos de crisis para ella. No le afectaba si un partido u otro gobernaba en ese momento. No tenía constancia de cuántas mujeres habían fallecido por violencia de género en lo que llevaba de año. No existía. Vivía porque respiraba. Su anodino rostro se mostraba impasivo con el paso del tiempo. Pero no se daría cuenta hasta que un nuevo 1 de Marzo tropezáse con su vida y le abriera la puerta vestida con el color de la felicidad.
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